Episodio 10 – ¿Y si no fuera el cliente el que cambió… sino yo?
- Nathalie Ariey-Jouglard
- 1 sept
- 2 Min. de lectura

Es fácil culpar al cliente:
“Ahora es más exigente.”
“Antes era más amable.”
“Ya no valora lo que hago.”
Pero… ¿y si en lugar de mirar lo que ha cambiado en él, nos preguntáramos qué ha cambiado en nosotros?
La evolución del profesional: una fuerza… o una trampa
Con los años, ganamos experiencia, técnica y rapidez.Pero también, a veces:
automatismo,
impaciencia,
exceso de seguridad.
Y sin darnos cuenta, perdemos lo esencial:
Las ganas de escuchar.El placer de explicar.
La cercanía en el trato.
Señales de que tal vez hemos cambiado
Vamos con prisas
Menos tiempo para saludar, escuchar o despedirnos.Menos preguntas. Menos atención.
Pensamos que ya lo hemos visto todo
Y por eso, damos por hecho. No validamos. No escuchamos a fondo.
Nos afectan más las críticas
Nos sentimos más susceptibles.A veces por cansancio o sobrecarga emocional.
Perdimos la curiosidad y amabilidad de los inicios
No por falta de vocación, sino por agotamiento o presión.
Volver a lo esencial
No es una debilidad admitir:
“Ya no presto la misma atención que antes.”
Es lucidez. Y es el primer paso para recuperar lo que nos hacía especiales:
Nuestra capacidad de conexión,
De adaptarnos a cada binomio humano-perro,
De hacer del grooming una experiencia positiva.
En resumen
Sí, a veces el cliente cambia. Pero a veces, cambiamos nosotros. Y no pasa nada.
Porque podemos volver a lo que nos motiva de verdad:
El respeto, la calidad, la escucha y el amor por lo que hacemos.
Y si el cliente tenía razón… tal vez solo nos estaba mostrando un espejo.
🙏 Gracias por seguir esta serie.
Compártela, coméntala con colegas o vuelve a ella cuando lo necesites.
Cada dificultad trae una oportunidad para entender, crecer y mejorar.
Comentarios